Mis papás son oyentes pero ambos tienen un gen muy común en las personas sordas.
By BUDY In Sin categoría On 2 agosto, 2019

Mis papás son oyentes pero ambos tienen un gen muy común en las personas sordas. Mi hermano mayor también era sordo y el del medio es oyente.
Fui a una escuela de sordos oralista gran parte de la primaria y después a una escuela común. Crecí convencida de que ninguno de mis compañeros sabía la lengua de señas, que era para gente sorda con deficiencia intelectual, pero durante la secundaria supe que esos mismos compañeros la usaban con sus familias y me lo habían ocultado.
Me anoté en la universidad para estudiar licenciatura en educación física, pero dejé después de que un compañero me dijera: «¿para qué si no podés competir con los oyentes?». Me sentí inferior, sobre todo porque mi familia decía que podía comunicarme perfectamente y que era muy capaz. Con el tiempo me di cuenta que no era un comentario personal, quería ser honesto conmigo.
Por entonces mi hermano estaba lidiando con una esquizofrenia y recibía tratamiento psiquiátrico, pero por la sordera y la medicación que lo adormecía le resultaba muy difícil leer lo labios de los médicos. Eso lo hacía sentirse muy aislado y llevó a la depresión.
Por un amigo de mi hermano me enteré de la Universidad Gallaudet, que es la única universidad para sordos en el el mundo, y queda en Washington DC. A él le conté que no podía conseguir trabajo –tenía el título de peluquera pero no me querían tomar porque decían que iba a asustar a las clientas– y me animó a estudiar en Estados Unidos. Conocí la universidad, y no lo podía creer: había médicos, abogados, todos sordos, todos con título, tenían su propia casa, familia y trabajo. Y todos se comunicaban por lengua de señas.
Convencí a mis padres, me fui a vivir a Washington sin saber el idioma y me anoté en un curso de inglés y Lengua de Señas Norteamericana en la misma universidad. Estudié con una beca Licenciatura en Comunicación, una carrera que veía como una herramienta para abogar por los derechos de las personas sordas. El día que me recibí tenía una sonrisa enorme. Seguí estudiando.
Años después, en un congreso mundial de sordos en Turquía conocí a mi marido. Nos enamoramos y me fui a vivir con él a Nueva York. Él es de cuarta generación de familia de sordos y disfruté mucho de conocerlos. Mis padres nos vienen a visitar de vez en cuando.
Gastón, mi hermano mayor, no pudo salir de la depresión. Estaba muy enfermo y siendo sordo se sentía muy aislado. Recuerdo muy bien el día en que me enteré de que había fallecido, a través de una intérprete del servicio telefónico para sordos. Mi otro hermano oyente me había llamado para darme la noticia. No lo podía creer. Me sentí muy inútil y culpable, porque éramos los únicos dos sordos de la familia y nos entendíamos siempre. Con tiempo y apoyo pude entender que mi hermano vive en mí y decidí que todo lo que hiciera lo haría en su nombre, para que nadie nunca más viva una situación similar.
Hoy estoy acompañada de mi marido que es una persona súper inteligente, divertida y cariñosa. Trabajo como intérprete sorda y además capacito a otros intérpretes. Trabajo mucho con personas en situación de vulnerabilidad, con problemas mentales y también refugiados y víctimas de violencia.
Sin haber aprendido la lengua de señas, no hubiera hecho nada de lo que hice, ni estaría aquí. Es muy importante que las personas sordas tengan un acceso a la lengua a la más temprana edad posible, que reciban una educación de calidad, que implica saber estimular el desarrollo del lenguaje, porque la plasticidad del cerebro va decreciendo a medida que pasan los años y cuando esto sucede es muy tarde para que puedan desarrollar su máximo potencial.
Todos tenemos la misma capacidad de aprender. Yo pensaba que las personas sordas no podían aprender otro idioma y ahora sé siete.
*Johanna Katz tiene 35 años y es sorda de nacimiento.
#365DíasConDiscapacidad
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