Sandra, la programadora de Microsoft que ni ve ni oye
By BUDY In Sin categoría On 3 octubre, 2019
03/10/2019

Sandra Timón, en la sede de MicrosoftMICROSOFT ESPAÑA
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Sandra es sordociega y es la primera persona con discapacidad en trabajar en una multinacional
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Tiene 25 años y es ingeniera informática
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Recibe el premio nacional de juventud por su lucha por la inclusión
Es una mañana cualquiera. Una joven camina hacia la sede de una multinacional. Entra, ocupa su puesto de trabajo. Tiene solamente 25 años y ya es programadora, ingeniera en Microsoft España. Está satisfecha porque ha costado mucho llegar hasta aquí. De hecho, mucho más que a cualquiera: la protagonista de esta historia es sorda y ciega. E incansable.
Sandra nació sana, pero una enfermedad rara hizo que con cuatro años ya hubiera perdido un 40% de visión. El síndrome de Wolfram es degenerativo, y dos años más tarde veía menos de la mitad que alguien sano. Empezó a perder oído. A los 12 aprendió a leer en braille, y hoy, con 25, escucha un poco, muy poco, gracias a un implante coclear y un audífono. Pero nada de eso le ha impedido ser ingeniera, brillante, por cierto, y conseguir el primer contrato de una persona con discapacidad en una multinacional.
El ingenio como arma para conseguirlo todo
Porque Sandra Timón es ciega, pero ve más allá que cualquiera. Detecta barreras para las personas con algún tipo de discapacidad e inventa soluciones para ellos. «Ser una persona con ceguera y con sordera te obliga a desarrollar una capacidad especial para encontrar alternativas, aunque eso me ha obligado a esforzarme mucho, tener mucha dedicación y paciencia», explica.
Un ejemplo: diversos estudios afirman que el 90% de lo que se memoriza es gracias a la vista, y el 5% gracias a lo que se escucha en una clase. En la universidad Sandra atendía gracias a una persona de apoyo de la ONCE, «que me acompañaba y me ‘traducía’ lo que decía el profesor a lenguaje dactilológico (el lenguaje de signos que se basa en escribir con los dedos sobre la mano de la persona sordociega)».
Otro ejemplo. Para llegar cada día hasta su oficina tuvo que pasar tres días con un instructor que le enseñara el camino, calculando las distancias, casi memorizando el trayecto, «porque son varios transbordos de transporte público y me enfrento a muchas barreras”.
El último: para trabajar utiliza una especie de teclado en braille y para leer un programa informático que transforma en braille lo que sale en la pantalla del ordenador. Ahora tiene un objetivo: que se desarrolle un software que le permita leer las imágenes y los vídeos. «Porque ésa es una información que me pierdo», se queja, «y las personas con discapacidades podemos hacer lo mismo que todos si nos dotan de recursos para ello», sentencia.
Las barreras siempre han estado en su vida, pero ella afirma que siempre ha tenido claro que debía pelear por conseguir lo que quería, y sobre todo, luchar por la inclusión. «Que todo el mundo se dé cuenta de que alrededor hay personas con otras capacidades, que la gente deje de pensar que no merece la pena esforzarse por nosotros porque somos una minoría. Todos nos vamos a hacer mayores y necesitaremos adaptaciones a nuestra pérdida de capacidades», razona.
Premio Nacional de Juventud
Precisamente ese tesón en la justicia y en la igualdad de oportunidades es lo que le ha valido el Premio Nacional de Juventud de 2019 en su categoría de compromiso social. Porque Sandra es peleona, es insistente, es incansable.
Ha conseguido mucho, pero quiere más. Quiere hacer lo que puede hacer una persona sin ceguera ni sordera, y confía en sus habilidades para conseguirlo. «Yo antes no tenía autoestima», afirma, «pero ahora me he dado cuenta de lo que soy capaz». Sí, pocos pueden decir, con o sin discapacidad, que son tan capaces.
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